El domingo me besé con "E". Tenía los rasgos de la cara marcados, como el tallado de una estatua. Y nos besamos con y sin su piercing. Como si una tercera cosa nos hubiese tomado las lenguas para besarnos. Y besé a "E" apenas despierto. Besar a "E" fue besar a toda la gente que "E" conoce. Besar a "E" fue morir otro poco por Valparaíso. Cargando sus bolsos, sus juguetes y tatuajes. Cargando por ecuador sus ojos clavados en los míos pidiéndome más besos. Diciendo mi nombre como si fuera difícil de pronunciar, como si quisiera acordarse para siempre de no haber dormido conmigo, como esas señaléticas que nunca existieron en los cerros donde seguí a "E" voluntariamente entumecido.
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