Era un chico adinerado, estaban todos los de mi familia actual, casi con los mismos roles. Era la hora del te, no muy tarde ni muy temprano. Habíamos perdido nuestros tres perror labradores. Cada uno pertenecía a un hermano. Yo era el menor de 22, después venía el de 23 y 24 años. Mi hermano mayor era el más angustiado. Derrepente interrumpiendo la conversación caótica de mi familia, aparecen los perros, toda la familia se puso contenta y el perro de mi hermano saltó hacia él.
Todo era muy elegante, una luz cálida, cortinas que flotaban en una brisa suave. Los tres hermanos vestíamos de igual manera, camisas de algodón, blancas de mangas anchas y un pantalón claro que nos llegaba casi al ombligo. Éramos altos, blancos, de gran espalda y de pelo muy claro. Las mujeres vestían de una pieza, con motivos florares, algunas con guantes y pequeños zapatos. Recuerdo perfectamente a mi abuela sentada en el sillón de madera oscura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario