Estábamos en mi casa de Chaitén. Era mucho más grande que la que existe en realidad. Era una celebración de año nuevo, porque todos andábamos bien vestidos. Quisiste salir y nos metimos entre la multitud, habían amigos y desconocidos, todos riendo muy apretados. Hacía mucho frío, pero a mí me gustaba, estaban pavimentado la gran calle, y te dije: te mostraré las cosas que hacía cuando era chico. Te llevé al frente a un pasaje oscuro, el puente de dos tablas, estaba roto por la mitad. Cruzamos y el silencio y el frío y la oscuridad te dieron miedo, yo me puse a reír y tú me abrazaste, empezaron a ladrar los perros, el cielo nocturno era más brillante que nunca. Cruzamos nuevamente y nos encontramos con la calle llena de hielo, como si hubiesen pasado horas bajo cero y no lo hubiésemos notado. El hielo era más alto que mi bototo, nos subimos y empezamos a caminar tontamente. Era perfecto.
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